El ser me mira sonriente, con su dentadura blanca como la nieve luciéndose en medio de la penumbra. Sus cabellos lizos, cayendo con gracia sobre su amplia frente también son un espectáculo digno de admirar. Un poco más abajo, dos orbes café destilan con pureza y seguridad, uniéndose a la representación sublime. Y mirando fijamente más abajo, se encuentra el largo recorrido de altos, bajos, curvas, rectas, de todo lo que constituye el todo para el ser.
El ser está parado allí mismo, luciendo tan radiante y con aires de esperanza. Está inmutable, está firme y consciente de la gran verdad que fluye por sus venas. Él tan sólo sabe lo que ha sido, lo que es y lo que siempre será. Y por eso, está feliz. Por eso puede pararse allí, tan sereno, haciendo gala de sí mismo.
Ante esa realidad, mi cuerpo tiembla, se estremece. Y el ser hace lo mismo como si buscara imitarme, cosa que al parecer logra hacer muy bien. De súbito, su sonrisa se apaga como si conociera mis pensamientos, como si estuviese al tanto de todo lo que está pasando conmigo.
Entonces me acerco más a él, quiero comprender por qué es tan así. Y es en ese instante que me doy cuenta. Frente a mi, palpando con las yemas de mis dedos, puedo sentir el cristal hasta ahora invisible. Y del otro lado, el ser uniéndose a mí como en una señal de pacto.
El contacto es eléctrico. Y caigo en cuenta... finalmente. Sonrió y veo como el ser enseña nuevamente sus dientes.
El comprender lo que aquello significaba me trae un sentimiento indescriptible. Tan sólo me quedo allí, sereno y sonriente, frente a frente, frente a aquel ser que creía no conocer.
El ser está parado allí mismo, luciendo tan radiante y con aires de esperanza. Está inmutable, está firme y consciente de la gran verdad que fluye por sus venas. Él tan sólo sabe lo que ha sido, lo que es y lo que siempre será. Y por eso, está feliz. Por eso puede pararse allí, tan sereno, haciendo gala de sí mismo.
Ante esa realidad, mi cuerpo tiembla, se estremece. Y el ser hace lo mismo como si buscara imitarme, cosa que al parecer logra hacer muy bien. De súbito, su sonrisa se apaga como si conociera mis pensamientos, como si estuviese al tanto de todo lo que está pasando conmigo.
Entonces me acerco más a él, quiero comprender por qué es tan así. Y es en ese instante que me doy cuenta. Frente a mi, palpando con las yemas de mis dedos, puedo sentir el cristal hasta ahora invisible. Y del otro lado, el ser uniéndose a mí como en una señal de pacto.
El contacto es eléctrico. Y caigo en cuenta... finalmente. Sonrió y veo como el ser enseña nuevamente sus dientes.
El comprender lo que aquello significaba me trae un sentimiento indescriptible. Tan sólo me quedo allí, sereno y sonriente, frente a frente, frente a aquel ser que creía no conocer.
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